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El espejo Masculino

El espejo Masculino

Muchos hombres se sienten más cómodos con sus hijos varones y no saben cómo relacionarse con sus hijas. El psicólogo Michael Gurian habla sobre la importancia de este vínculo para el desarrollo de las chicas. Para la Revista Sophia, Por Astrid Hoffmann.  

El espejo Masculino

Mi mujer ama procesar emociones. Ella y mis hijas se pasan horas hablando de lo que les sucede mientras que yo aguanto entre cinco y siete minutos hablando de lo mismo, y después les digo: ‘Bueno, ¿qué quieren hacer al respecto?’. Ellas están muy acostumbradas, se ríen, no sienten que soy el malo de la película, porque saben que lo que estoy haciendo es lo que trata de hacer la mayoría de los hombres, que es decir: ‘Ok, ya lo procesaste por cinco minutos; ahora, arreglémoslo’”.

A cierta edad, en especial cuando llega la adolescencia, muchos hombres se sienten más cómodos relacionándose con sus hijos varones, con quienes tienen códigos en común, que con sus hijas mujeres, con las que muchas veces no saben cómo vincularse, y prefieren delegar ciertos temas en las madres. “Cosas de mujeres”, dicen. Como filósofo y psicólogo pero, sobre todo, como padre de dos hijas, el estadounidense Michael Gurian tiene mucho que decir acerca del vínculo entre padres varones e hijas mujeres. En un mundo en el que las estructuras familiares están cambiando, en el que a menudo se confunde el “ser padre” con “ser amigo” y cada vez más cuesta poner límites, Gurian llama la atención sobre la importancia del padre en el desarrollo de sus hijas mujeres.

Pero Gurian, especialista en la crianza de los niños y autor de The Wonder of Girls (Lo maravilloso de las niñas), entre muchos otros libros, dice que la presencia de la madre y el vínculo con ella son tan importantes como los del padre, ya que cada uno aporta perspectivas diferentes. ¿Qué es lo que el padre puede aportarle a su hija? Entre otras cosas, es esencial que pueda enseñarle a descubrir en ella ese lado más “masculino”, ese ser “más racional” que la ayudará a enfrentar diferentes situaciones de la vida.

“Las chicas, por su tendencia a la intimidad y a experimentar la vida a través de muchos vínculos, a menudo se encuentran atrapadas en dramas sentimentales y conflictos emocionales que pueden ser muy dañinos para ellas. Aunque es sano que las mujeres procesen las emociones y elaboren lo que les pasa, es igualmente importante que aprendan a cortar con la emoción y puedan pasar a la acción. Muchos papás no saben que ellos pueden enseñarles eso y muchas otras cosas más”, dice Gurian desde Estados Unidos, y así empieza una charla en la que el psicólogo intentará orientarnos acerca del papel que los papás juegan en el crecimiento y desarrollo de sus hijas.

¿Cómo cree que las chicas están siendo criadas hoy en día y cómo están cumpliendo su rol los padres?

–Veo algunas cosas buenas y otras que me preocupan. Las cosas buenas son un poco obvias: hay mucho amor entre padres e hijas, ellos están más involucrados en las vidas de ellas. Dejando de lado temas más graves, como las drogas o el abuso del alcohol, dentro de los casos más comunes hay dos tendencias que son preocupantes: por un lado, en muchas familias se está perdiendo el lugar del padre. Muchos papás tratan de convertirse en “amigos” de los chicos y dejan de ser padres, y eso es triste porque los hijos necesitan que sus padres sean padres. La otra tendencia preocupante se relaciona con que hoy los papás no tienen muy claros los límites que deben ponerles a sus hijas, como con Internet, con la ropa que usan o con la comida que comen.

¿Cuánto tiene que ver el vínculo con el padre en la construcción de la identidad de la hija?

–Parte de la personalidad de la chica va a depender de los genes del padre. Por ejemplo, si él es extrovertido y ella también, puede que sea por los genes. Eso significa que él sabe cómo manejar esas características que su hija heredó de él. Al tener virtudes y defectos compartidos, ella necesita de su sabiduría para que la ayude a manejar esos rasgos, que le enseñe cómo ser extrovertida sin opacar a los demás. Si ella no tiene acceso a él, o si ese acceso es limitado, se queda sin su sabiduría y su experiencia.

–Más allá de los genes, ¿qué aporta el papá durante la crianza?

–Toda hija necesita saberse querida por su papá, y esto se tiene que demostrar todos los días. Yo hablo de “regalos” que los padres pueden y deben darles a sus hijas, como la presencia, que implica estar involucrados en sus vidas y estar disponibles emocionalmente cuando no están físicamente presentes. También es un regalo la independencia: que el papá aliente a sus hijas a que sean responsables por sus cosas, que tengan tiempo para sí mismas y que desarrollen un pensamiento propio. Esto también implica que el papá ayude a que la mamá sea independiente y que tenga su “tiempo para el alma”: las chicas que ven a sus madres ocuparse de sí mismas aprenden muy temprano la importancia del cuidado de uno mismo. Otro regalo es la aventura y la risa: enseñarles a jugar, a divertirse, a practicar deportes, a competir sanamente. También deben enseñarles el autocontrol y la disciplina, pero sin dejar de ser afectuosos y demostrarles su amor con cariño.

–¿Cuáles son los errores más comunes que cometen los padres de mujeres y qué consecuencias tienen sobre su desarrollo?

–Los padres adoran a sus hijas, pero suele haber también cierta distancia y ciertas expectativas que hacen a la formación de la niña, para bien o para mal. Si un papá pondera a su hija por demás, sin exigirle nada, tal vez ella sólo pueda funcionar en relaciones donde este esquema se repita. Si, en cambio, la rechaza constantemente o la juzga con dureza, puede que ella crea que el problema es ella, que es “inadecuada”. Si el padre no le da su aprobación, quizás ella pase su vida buscando esa aprobación afuera, especialmente en su vínculo con los hombres. Si el padre está ausente en su vida, es poco comunicativo y poco cariñoso, es probable que su hija no aprenda a querer y, en cambio, piense que el amor es sufrimiento. Si el papá se limita a ser el que impone los límites morales, en lugar de acompañarla y guiarla en sus decisiones, tal vez ella lo rechace y el vínculo no prospere.

–Cuando los padres se divorcian, ¿qué pasa con el lugar del papá? ¿Cómo sigue el vínculo padre-hija?

–Lo que suele pasar en los divorcios es que, como los padres están muy enojados el uno con el otro, se alejan; en general, al padre se lo aleja. Creo que en estos casos las madres deberían preguntarse: “¿No me gusta el papá que tiene mi hija, o es que el papá es peligroso para ella?”. La palabra clave es “peligro”: si el padre no es peligroso para su hija, no hay ninguna razón para que no estén pasando tiempo juntos, y la madre debería hacer todo lo posible para ayudar a que ese vínculo se mantenga. Si es peligroso, obviamente, no queremos que esté cerca.

–¿Qué sucede cuando el padre muere o abandona a su familia? ¿Puede la madre reemplazar esa figura?

–Pienso que, en algún punto, las madres pueden hacer mucho cuando tratan de reemplazar al padre, pero creo que esto genera dificultades para la madre y para la hija. En algún momento, esa chica va a necesitar al menos una persona más que la ayude a crecer. Para escribir The Wonder of Girls estudié treinta culturas de diferentes partes del mundo y en todas encontré que la ausencia del padre biológico no causaba daños muy severos en los hijos e hijas si existía un “segundo padre”–abuelo, tío, padrastro, mentor– que hacía las veces de padre por, al menos, un año. Por eso, yo insisto con lo que llamo el “sistema de tres familias”: la primera es la familia nuclear, que puede ser una madre y un padre o sólo uno de ellos; la segunda es la extendida, o sea, abuelos y tíos o personas que funcionan como abuelos o tíos por ser muy cercanos; y la tercera son las instituciones, como la escuela, la iglesia, las juntas barriales o los clubes.

 –¿Qué papel cumple el padre en la etapa en que su hija pasa de ser niña a ser adolescente?

–El padre es como un reflejo; él actúa como un espejo para ella. Gran parte de la percepción que una chica tiene de su cuerpo viene de qué piensa de ella su padre y, más adelante, qué piensan otros hombres. El padre se pregunta cómo va a manejar él los miedos que su hija tiene con respecto a su cuerpo. Por ejemplo, si ella está lidiando con problemas de peso, esperamos que él le diga: “Debes ser responsable, veo que tenés un problema y vamos a ayudarte con ese problema”. Pero también va a reflejar esto: “Al margen de este problema, sos atractiva y sos una persona hermosa”. Por un lado, sos hermosa; por otro, tenemos que ayudarte con este problema. Eso es algo único que la hija busca en su padre; aunque uno piense que la madre aporta lo suyo, la chica lo va a sentir diferente, porque su mamá es un espejo diferente. Su papá es un espejo masculino y eso es muy importante para ella mientras crece. Como espejo, él tiene que ayudarla a sentirse hermosa y halagarla, pero también tiene que ayudarla como padre con los problemas que tenga. Ése es el desafío de los papás: encontrar el equilibrio entre estar halagando todo el tiempo y ser crítico a la vez.

– Suele pasar que cuando las chicas entran en la adolescencia, los papás se alejan un poco y el vínculo cambia. Usted dice que los cambios físicos de ella tienen mucho que ver, pero ¿cómo interpreta la hija esta distancia?

– Si el padre y la hija no lo hablan, es posible que ella se sienta un poco abandonada. Tienen que sentarse y hablarlo, tienen que poner límites nuevos, el padre tiene que decir: “Tu cuerpo está cambiando. ¿Cuáles son nuestros límites ahora? ¿Está bien que te abrace como antes o te da vergüenza? Cuando estás en traje de baño, ¿te da vergüenza que te mire?”. Deben tener una buena comunicación para que la relación madure, para que el padre no abandone psicológicamente a la hija porque le preocupa que ella piense que él es un pervertido, o cualquiera de esas preocupaciones normales por los cambios que ella está atravesando. Necesitan hablar sobre cuál es el rol del papá ahora. En los viejos tiempos, al menos en todas las culturas de base europea, el papá jugaba un rol muy específico en la adolescencia de su hija: estaba claro que no tenía mucha participación en su vida cotidiana, pero la protegía de la sexualidad temprana y se encargaba de elegir a su marido y todo eso. Hace doscientos años, el papel era muy claro, pero hoy en día no está nada claro. Por eso, es clave que cuando la hija entre en la pubertad, hablen y dejen en claro el nuevo lugar del papá durante la adolescencia.

– Usted dice que la madre suele ser la que ayuda a sus hijas a procesar las emociones, mientras que el padre suele enseñar o imponer el autocontrol. ¿Él aparece como “el malo de la película”?

–No creo que el hecho de que el padre aparezca como “el malo” sea muy grave, a menos que él sea demasiado duro con ella. Si nunca le deja decir nada y le impide demostrar sus sentimientos, entonces, sí es el mal tipo. Pero si él es el que dice: “Ya hablamos de esto por cinco minutos, no tengo nada más que decir, lo lamento pero creo que te equivocaste con esto y es así”, ella va a estar enojada un rato con él, pero más tarde va a pensar: “Bueno, puede que haya exagerado un poco…” y va a seguir adelante. Ésa es una habilidad muy buena para que las hijas adquieran. A veces, los papás pueden ser muy buenos para decirles a sus hijas: “Estás creando demasiada intimidad, demasiado dramatismo”. Todo ese drama puede ser realmente peligroso para ella, porque se involucra tanto en estas batallas que su autoestima se daña. Creo que el padre juega un rol interesante porque puede mantenerse un poco al margen de la necesidad de intimidad y el dramatismo constantes de sus hijas, y así darles perspectiva; es un outsider que mira para adentro. La madurez de una persona se mide tanto por cuánto conoce de sus sentimientos como por qué tan bien los controla. Lo que no tiene que hacer el papá es bloquear las emociones de su hija: si hace eso y nunca le permite expresarse, no deja que demuestre su enojo, su dolor, su angustia, su alegría. Si le bloquea estas cosas, cuando tenga 30 años no van a tener mucho contacto, ella se va a sentir abandonada por él y no se va a sentir querida. Pero si él le permite esos cinco minutos, si la acompaña en ese momento, ella va a respetar que el quiera ayudarla a resolver el problema, a “arreglarlo”.

–¿Esto tiene que ver con el imperativo de intimidad que usted dice que toda mujer tiene?

–El imperativo de intimidad es esta manera que tienen las mujeres de formar una serie de vínculos y de experimentar la vida a través estas relaciones, a través de esta intimidad, mientras que los hombres tienden a elegir con cuidado sólo algunos vínculos íntimos. Entonces, las niñas y las mujeres pueden tener diez o veinte vínculos a la vez, porque están haciendo malabares, y a veces se desbordan emocionalmente. Los padres tienden a dirigir más sus vínculos, porque los hombres tienen un imperativo de desempeño, y las mujeres, uno de intimidad.

–¿Hay temas o asuntos que son “de chicas”, que los papás no entienden o no pueden manejar?

–Los temas que preocupan a las chicas cambian a medida que van creciendo, con cada etapa. Quizá cuando su cuerpo empieza a cambiar les dé vergüenza hablar con su papá sobre eso, pero cinco años más tarde eso ya no les dé tanta vergüenza y, en cambio, les dé vergüenza que a su papá no le guste su novio. Entonces, él se tiene que abrir un poco, porque si ataca a su novio todo el tiempo, ella se va a alejar. Pero no siempre es así, no hay que estereotipar: hay algunas chicas que son muy honestas con sus padres. No hay una regla para todos, pero en general existe una etapa en que una chica no quiere hablar de sus cambios corporales con su papá, y es normal. Ella le va a hacer saber cuándo un tema está fuera de su alcance; si ella se avergüenza, se lo va a demostrar, se va a abrir. A veces, necesita hablar con su mamá o con una amiga.

–¿Cómo ayuda la vida espiritual en la crianza?

–En lo personal, yo creo que la espiritualidad es muy importante y, por eso, cuando les hablo a mis alumnos o pacientes que son padres siempre les digo: “Aunque no tengan una religión, lleven a sus hijas al río y enséñenles a meditar, o permanezcan en silencio con ellas, o cuéntenles cuál es su visión del universo”. Creo que esto es muy importante porque les da a padres e hijas un buen espacio para vincularse, sobre todo si se empieza desde que son muy chicas, y porque cada ser humano quiere sentirse seguro en el universo. No queremos sentirnos inseguros; queremos sentirnos protegidos, a salvo. La espiritualidad, cualquiera sea la forma de definirla, cualquiera sea la religión, implica sentirse protegido, seguro y sin miedo porque sé que estoy conectado con la grandeza del universo.

–¿Qué pasa con la relación padre-hija cuando ella se convierte en una mujer adulta? ¿Cómo evoluciona el vínculo?

–A medida que sus hijas van entrando en el mundo adulto, muchos padres encuentran que ellas los necesitan para temas específicos o proyectos concretos. Por ejemplo, si el padre es empresario y la hija está interesada en los negocios, entonces, padre e hija se vinculan a través de estos temas: ella quiere sus consejos en esta área que a ambos les apasiona, y esto es válido para cualquier área de interés, obviamente. Habrá áreas en las que ella necesite de sus virtudes o de su punto de vista, y su madre tendrá otras virtudes y perspectivas; entonces, en algunas ocasiones, la hija acudirá al padre para tener su perspectiva, su opinión, y en otras, recurrirá a la madre. La clave es que cuando la hija se convierte en adulta, la relación tiene que madurar también: el padre debe dejar atrás los temas que se hablaban durante la adolescencia y hacer que la relación avance a un nivel de mayor madurez.

Gentileza Revista Sophia.

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