A partir de las seis semanas de vida, los niños distinguen la voz del padre de la de la madre. Ya a las ocho semanas se evidencia que, al acercarse la madre, responden con un ritmo cardíaco y respiratorio más lento, aflojan los hombres y bajan los párpados; en cambio, cuando se acerca el padre, se les acelera el ritmo cardíaco y respiratorio, tensan los hombros, abren los ojos y se les vuelven más brillantes
(Pruett, Kyle D.).