Los chicos actuales, particularmente los de las grandes ciudades, pasan muy poco tiempo en contacto directo con sus padres. Aunque es frecuente escuchar que es más importante la calidad que la cantidad del tiempo que los padres comparten con sus hijos, los especialistas en familia aseguran que se debe buscar un equilibrio entre ambas variables. Entonces, cabe preguntarse: ¿puede uno ejercer bien su función de padre si solo comparte con los hijos el fin de semana, o un rato por las noches? ¿Alcanza ese tiempo para un vínculo sólido entre padres e hijos? El adulto que pasa más tiempo con ellos, un abuelo, otro pariente o una empleada, ¿debe asumir la responsabilidad de educar a nuestros hijos?
A partir de estos interrogantes, la revista Selecciones consultó a especialistas en familia y en educación para que ofrezcan su punto de vista.
¿Puede la figura de otro adulto reemplazar la presencia del padre o de la madre en la casa?
Para la Licenciada Adriana Schiera, ex presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar, los abuelos o la empleada que cuida a los niños de ninguna manera “reemplazan” a los padres. En todo caso son sus “delegados”. “Los criterios de crianza de quien se ocupa de los niños deben estar en sintonía con los de los padres —afirma la terapeura de familia y pareja Schiera—. Y ante la duda, el adulto a cargo debe consultar con los padres o directamente abstenerse de tomar una decisión. Por supuesto que en situaciones de emergencia, tiene que hacer lo que crea más conveniente para salvaguardar al menor, y luego evaluar la decisión con los padres. Cuando están frente a los hijos, los papás pueden dar a sus ‘delegados’ explicaciones o sugerencias, pero nunca deben descalificar la decisión del otro adulto. Éste es la persona en quien los padres depositan su confianza, pero la autoridad la quitan o la conceden los padres.
Cuando ambos padres trabajan, ¿es mejor que cuide a los hijos un abuelo o una empleada capacitada y más joven?
Para muchas familias no existe la opción. La realidad se impone de hecho por la situación económica y la imposibilidad de contratar a una empleada. En ese caso los padres suelen recurrir a familiares o vecinos. No siempre los abuelos están disponibles debido a sus propios compromisos o porque su estado de salud les impide atender niños. “Sin embargo, en general, podemos afirmar que los abuelos aportan una contención cariñosa y un sentido de protección mucho mayor que el que ofrece una empleada —señala la psicóloga Diana Rizzatto, ex profesora de Psicología Clínica de Niños y Adolescentes en la Universidad Nacional de Rosario—. Además, los abuelos tienden a compartir más actividades recreativas con los nietos, mientras que la empleada es responsable de otras tareas de la casa, lo que suele restar atención a los chicos”.
La Licenciada Schiera advierte, de todas formas, que un factor importante que los abuelos deberían considerar, cuando se encargan del cuidado de sus nietos, es “dejar a un lado los conflictos que tengan con sus hijos. No deben usar a los nietos como puentes, mensajeros ni intermediarios en los problemas con sus propios hijos. Si tienen en cuenta que los pequeños a su cargo tienen su propia identidad, carácter e intereses personales, el vínculo podrá ser muy gratificante para ambas partes”.
En la familia más tradicional, los chicos hacían las tareas escolares en el comedor, con la madre o el padre muy cerca de ellos, listos para atender sus dudas. ¿Cómo ayudarlos ahora, cuando los padres están ausentes durante tantas horas?
Para la licenciada Andrea Bertrán, directora de la carrera de Psicopedagogía de la Universidad del Salvador, las tareas escolares cumplen una función que va más allá de consolidar el conocimiento específico. “Son tareas que buscan generar el sentido de responsabilidad y el compromiso de los niños y adolescentes, promoviendo el cumplimiento de los propios deberes como actitud de vida. El objetivo final al concluir la secundaria es lograr el estudio independiente. Pero para eso, en los primeros años de escolaridad es necesario que los padres o el adulto que esté con los chicos les enseñen a armar rutinas destinadas a un buen aprovechamiento del tiempo, que debe dividirse entre estudio y esparcimiento.
Una buena ayuda para el chico más pequeño es que el adulto que esté a su cargo lo interrogue sobre qué temas está viendo en la escuela, y lo ayude a armar una agenda de actividades para alcanzar los objetivos propuestos. A medida que los chicos crecen, hay que pasar paulatinamente del control más directo a una serie de “pactos de confianza”. El adulto solo sugiere cambios en la organización del tiempo o en el estudio cuando los resultados no son satisfactorios.
¿Es perjudicial que un chico esté solo, sin ningún adulto en la casa, durante algunas horas del día?
La realidad es que se trata de un fenómeno muy difundido en todo el mundo. En los Estados Unidos se llama a estos chicos “latch key children”, por la llave de la casa que llevan colgada en el cuello cada vez que salen. En su libro Home-alone America , la investigadora Mary Eberstadt considera a este fenómeno como una “epidemia encubierta” y asocia a ella el aumento de la obesidad infantil y los trastornos por déficit de atención. En la Argentina, existe entre los profesionales una visión más contemporizadora. “La soledad puede ser vivida por el chico de dos maneras —afirma la licenciada Adriana Schiera—. En algunos casos es percibida como desamparo, desinterés o abandono, pero también puede experimentarse como una muestra de confianza en él, en sus habilidades y aprendizajes. Lo que hay que evaluar es si el chico está realmente preparado para quedarse solo.
Y ¿cómo darse cuenta de si un hijo está preparado para estar un rato solo en casa?
Como norma general se recomienda no dejar solos a los niños menores de 12 años durante el día, o a los menores de 16 durante la noche. Pero la psicóloga Rizzatto prefiere no hablar de edades. “Resulta fundamental ir haciendo experiencias breves, con algunos minutos de ausencia, y evaluar los resultados. Solo se puede incrementar ese lapso si el chico no manifiesta angustia, miedo o desagrado. Al regresar hay que preguntarle cómo resultó la experiencia y evaluar si su comportamiento fue el adecuado durante la ausencia del adulto.
Schiera considera importante tener en cuenta los horarios y el medio en que una familia vive. “No es lo mismo que un chico de 12 años esté solo en un lugar con la posiblidad de acudir a un vecino, que si no tiene a nadie confiable a quien recurrir”, afirma.
Y por el contrario, ¿qué signos nos indican que un chico no está preparado aún para quedarse solo en casa?
“No solo importa lo que el chico dice luego de un rato de ausencia del adulto —explica la licenciada Adriana Schiera—. También hay que observar los gestos y los cambios de conducta alrededor de cada evento: la manifestación de síntomas orgánicos como dolores o malestares, el intento de demorar nuevas ausencias, o los llamados frecuentes al teléfono celular de los padres. Todos estos suelen ser signos de que el chico aún no está preparado para estar solo, o al menos para estarlo tanto tiempo.
“Pero la ausencia de señales frente a la separación también puede ser un síntoma —agrega la licenciada Schiera—. Cuando algo resulta muy doloroso o insostenible, una de las reacciones posibles es la indiferencia. Por eso cada padre debe evaluar la reacción de su hijo frente a sus ausencias antes de repetir la experiencia.
Finalmente, más allá de la calidad del tiempo compartido, ¿cómo afecta a los chicos actuales el hecho de estar poco tiempo con sus padres?
La licenciada Bertrán afirma: “Trabajar fuera de casa, tener proyectos y metas personales, además de la satisfacción de criar a los hijos, resulta la condición de vida más frecuente en la persona adulta actual. Ambos proyectos, el familiar y el personal, amplían la visión de lo que queremos para nuestras vidas. En este sentido, estos hijos crecerán sabiendo que son parte importante de un proyecto de vida más amplio. Y ése es también el estilo de libertad que les estamos proponiendo como horizonte para su propia adultez”.