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1 año

Desarrollo del niño

Límites en la crianza: ¿Mucho, poquito o nada?

Límites en la crianza: ¿Mucho, poquito o nada?

Una de las tareas más importantes y a la vez más difíciles como padres es la de poner límites. Y aunque no siempre es fácil, definitivamente es necesario. Cómo empezar desde que son bebés.

Límites en la crianza: ¿Mucho, poquito o nada?

¿Cuáles son los modos de poner límites? ¿Son necesarios? ¿Producen frustración? Estos son algunos de los interrogantes planteados por padres y madres que, si bien no quieren reprimir a sus hijos, tampoco ven la ausencia de pautas como algo ventajoso para la crianza de un chico. ¿Cómo y cuándo introducir los "no"?

Cuando el bebé es apenas un recién nacido, los primeros límites que los padres deben imponer pasan por ir, poco a poco, estableciendo horarios de alimentación y sueño para evitar un innecesario incremento de su ansiedad. De esta manera, el bebé va aprendiendo en forma paulatina que sus necesidades serán satisfechas en un tiempo y un contexto familiar determinados. Así se genera la estabilidad necesaria para su crecimiento, además de colaborar a mantener la casa organizada.

En definitiva: ¿qué son los límites? La palabra plantea la idea de un tope, a la vez que indica una dirección y una orientación. Cualquiera sea la etapa del crecimiento, los límites se construyen como un juego entre el ceder y el prohibir. Permitirle al bebé explorar, tocar, chupar, jugar con cacerolas, cucharas, envases plásticos o trapos (es decir, dejarlo hacer ciertas cosas que no son peligrosas para él) es la base para decirle que “no” frente al uso de objetos que podrían lastimarlo o que es mejor que estén lejos de su alcance.

Mariel y Esteban son los papás de Camila, de tres años, y cuentan su experiencia respecto de cómo fue empezar a ponerle límites. “Ser papás nos planteó el desafío de decidir cómo queríamos criar a nuestra hija –cuenta Esteban– y al principio hasta discutíamos entre nosotros.” Mariel agrega: “Esteban es más estricto que yo, y no nos poníamos de acuerdo, por ejemplo en cuestiones como que Cami durmiera en la cama grande. Tuvimos que negociar y hablar mucho entre nosotros para mandar un mensaje claro a Camila”.

En su libro Hay límites que matan, el psicoanalista Claudio Jonas plantea que hay básicamente tres tipos de límites, que se relacionan entre sí y se recrean durante el crecimiento.

  • Límites como espacios diferenciados: se refiere al proceso por el cual el bebé, a través de los cuidados de su mamá, se irá constituyendo como un ser único. Se trata de construirse un espacio psíquico, reconociéndolo desde muy temprano en sus diferencias, aceptando sus ritmos y gustos. En la medida en que puedan respetarse sus particularidades, él va a ir incorporando a los demás con sus necesidades, deseos y posibilidades.
  • Límites como metas o fines: hay necesidades que, si no son satisfechas, plantean al niño un aumento de tensión que en los primeros años de vida necesita de la intervención del adulto para poder ser aliviada. Aquí opera la capacidad de la mamá para aceptar o no los requerimientos del niño, que van más allá de la alimentación y el abrigo. En la medida en que se complica el aparato psíquico por el proceso de crecimiento, la agresividad, la tristeza y la sexualidad requieren ser aceptadas por el adulto para ayudar al niño en su procesamiento.
  • Límites como obstáculos: tiene que ver con el establecimiento de un reto o una palabra que impidan que el niño vaya más allá. Esta es tal vez la forma más conocida de poner límites (“esto no se dice”, “esto no se hace”, “esto no se toca”), aunque no es la única. Si bien es necesaria en los distintos momentos del crecimiento, su utilización estereotipada y muchas veces arbitraria, la pueden volver ineficaz.
  • Los límites son necesarios y beneficiosos, tanto para quien los recibe como para quien los pone, ya que plantean una posición desde la cual alguien se podrá decir “padre” y alguien “niño”, sin que esto implique una relación de sometimiento de uno al otro.

Hablar dentro del matrimonio y ponerse de acuerdo

Hay una cuestión central en el tema de poner límites. La importancia de la comunicación verbal y no verbal. Los mensajes verbales van acompañados de otros no verbales que incluyen el tono de voz, las expresiones de la cara, la postura y los movimientos del cuerpo. Para que la comunicación sea efectiva y comprendida adecuadamente por el niño, debe haber coherencia entre los dos tipos de mensajes.

En materia de límites, lo importante es que padre y madre dialoguen mucho entre ellos y se pongan de acuerdo respecto de cómo quieren que sea la crianza de sus hijos. Si los mensajes son claros y hay armonía respecto de lo que consideran positivo y negativo para sus hijos, esa congruencia hará que desde pequeño el bebé perciba las limitaciones y las incorpore con mucha más naturalidad en sus hábitos.

Límites que ayudan a crecer:

  • Ser constante con lo que se enseñe al niño respecto de su comportamiento.
  • Que el niño entienda el por qué de los límites que se le han impuesto.
  • Elogiar al niño cuando lo merezca. No regañar. Ser amable no quita firmeza a nuestras palabras.
  • Tanto la falta como el exceso de disciplina en el hogar pueden causar problemas en el  comportamiento del niño.
  • Las palabras fuertes dichas con ira pueden crear amargura en el carácter del niño mientras que la firmeza puede inspirar amor y respeto.
  • Predicar con el ejemplo. El niño aprende, sobre todo, de aquello que observa.

Nota supervisada por el Equipo Médico de Mamashelp.

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