Al nacer un hermano, comienza el largo aprendizaje de compartir la vida con un par. Alguien con quien se comparte mucho pero con quién también se tienen diferencias significativas. Al nacer un hermano, comienza un vínculo que se mantendrá a lo largo del tiempo y que sufrirá transformaciones. La relación entre dos o más hermanos está muy influenciada por la vida familiar en general. Por eso, pensar en la relación entre los hermanos implica también pensar en las funciones parentales; los padres con sus actitudes, palabras y decisiones pueden favorecer u obstaculizar el vínculo entre hermanos.
La relación fraterna presenta una fuerte ambivalencia. Por un lado, fuertes sentimientos de lealtad y compañerismo y, por otro, cierta cuota de rivalidad y competencia. Es importante tener en cuenta que la relación supone ambas; una fraternidad que acerca y genera compañerismo y una competencia no violenta que surge como necesaria búsqueda de mantener las diferencias individuales.
¿Cómo se genera la fraternidad y por qué?
Tanto los hermanos consanguíneos, como los adoptivos, van construyendo y haciendo sólido el vínculo gracias a que poseen una historia en común y un espacio compartido. En la infancia, los juegos en común fraternizan. En la adolescencia, la unión se genera a partir de la rebeldía y los cuestionamientos que se hacen a los padres. Cuando es poca la diferencia de edad pueden surgir conversaciones a puertas cerradas que muestran una fuerte intimidad fraterna. Cuando la diferencia es mayor, el adolescente se encuentra con la posibilidad de cuidar de sus hermanos menores y de descubrir en él aspectos protectores que desconocía.
La infancia y la adolescencia, son las etapas en las que los padres deben mostrar y enseñar la riqueza de la conversación como herramienta para resolver conflictos y lograr acercamientos. Algunos hijos optaran por este recurso y otros mantendrán entre ellos acuerdos tácitos de convivencia que se irán dando por la cotidianidad compartida. Cuando surge la palabra se expanden las posibilidades relacionales y los hermanos se van descubriendo mutuamente en su singularidad.
La rivalidad
Tanto en la infancia como en la adolescencia surge entre los hermanos la rivalidad. Generalmente se presenta en forma de peleas cotidianas que preocupan a los padres. ¿Nos metemos o dejamos que se arreglen solos? Las situaciones de rivalidad deben aprovecharse como experiencias de aprendizaje. En la pelea cada hermano defenderá su postura para fortalecerse y diferenciarse. Es importante que los hermanos intenten solucionar el conflicto por sus propios medios. Los padres deben intervenir cuando surja la violencia para mostrar vías posibles de solución. Hay que saber que la rivalidad fraterna muchas veces se da frente a la mirada de los padres porque se compite por la aprobación. Pero si se tiende a culpabilizar siempre al mismo, se generará en él una vivencia mayor de injusticia que puede perpetuar la rivalidad. Si los hermanos sienten que hay uno de ellos que es el “perfecto”, el “preferido”, se recrudecerán los conflictos. Se tenderá a atacar al “hijo ejemplar” para defender la propia singularidad. Al notar esta situación, los padres deben intervenir acercándose al hijo que se siente disminuido para valorizarlo explícitamente en su forma de ser.
Los hijos deben sentirse reconocidos como personas individuales y ser valorados. Si los roles están claramente diferenciados, nadie compite en extremo por ocupar su lugar. En las familias debe respetarse la identidad personal de cada hijo, dándole a cada uno su espacio propio. Esto fortalece la estima y una sana autonomía.
Los padres tienen que tolerar y respetar la fuerte intimidad fraterna. Deben sembrar el terreno para que crezcan las posibilidades de intercambio. Todas estas experiencias servirán de sustento para que el vínculo tome distintas formas en la adultez.
Gracias a una historia común y a padres que favorecen el vínculo, el afecto entre hermanos se profundiza. Los hermanos serán, un fuerte sostén para enfrentar las complejidades de la vida cotidiana y para disfrutar de los momentos felices que la vida les regale.
¿Cómo favorecer las relaciones fraternas?
- Fomentar en la infancia los juegos en común
- Fomentar experiencias de solidaridad mutua.
- Que aprendan a pedirse ayuda.
- Favorecer la expresión de las emociones entre hermanos.
- Intervenir en algunas peleas para ayudarlos a dialogar.
- Evitar responsabilizar siempre al mismo hijo
- Reconocer explícitamente las fortalezas de los distintos hermanos.
- Evitar las comparaciones
- Relatar experiencias personales en las que se transmita la fraternidad como un valor y un sostén.
Fuente: Creciendo en familia
Autor: Lic. Matías Muñoz, psicólogo clínico.