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La autoestima de nuestros hijos "¿Quién soy yo?"

La autoestima de nuestros hijos "¿Quién soy yo?"

La autoestima está de moda. En los últimos años, han proliferado las publicaciones de libros de autoayuda relacionados con el tema. ¿Merece la pena educar la autoestima de los hijos? ¿No se fomentará la vanidad? ¿Cuál es el papel de los padres?

La autoestima de nuestros hijos "¿Quién soy yo?"

¿Qué és?

El autoconcepto es la respuesta que cada uno da a sí mismo a la pregunta de ¿quién y cómo soy? La autoestima es el grado de valía o aprecio que una persona siente por su autoconcepto, por sí misma. Es la actitud habitual hacia uno mismo. Es la forma de pensar, sentir y actuar consigo mismo.

En la autoestima se distinguen tres elementos

  • El componente cognitivo (la autoimagen) es cómo se ve la persona cuando se mira a sí misma. Son los rasgos con los que nos describimos y que no son necesariamente ni verdaderos ni objetivos.
  • El componente afectivo. Nuestros sentimientos varían en función de cómo nos vemos.
  • El componente conductual mediante el cual nos comportamos según las cualidades, valores o deficiencias que hallamos en nosotros mismos.

La autoestima significa saber que eres valioso y digno de ser amado. Valioso, —en el caso de un niño— por ser capaz de resolver algunas situaciones con éxito y digno de ser amado por tratarse de una persona singular e irrepetible.

Tipos de autoestima

La autoestima en su componente afectivo conlleva la valoración de lo que en nosotros hay de positivo y de negativo. Implica un sentimiento de lo favorable o de lo desfavorable, de lo agradable y de lo desagradable que vemos en nosotros mismos. Teniendo esto en cuenta, podemos distinguir tres tipos de autoestima: alta, baja y ajustada.

La autoestima alta lleva a la persona a tener un excesivo aprecio de sí misma y esto puede llevarle a ser egoísta, a despreciar a los demás, a pensar que su criterio es el único valioso y a mostrarse agresiva en ocasiones. La baja autoestima se da cuando la persona se rechaza y siente una profunda insatisfacción y desprecio por sí misma. Esto le puede llevar al aislamiento, a la ansiedad, a la torpeza en las relaciones con los demás, al fracaso en los estudios y en la vida profesional.

La autoestima ajustada se da cuando la persona se acepta a sí misma. Sabe cómo es. Conoce sus virtudes y sus defectos. Esta aceptación lleva a potenciar lo positivo y a mejorar lo negativo. Es, por tanto, el tipo de autoestima que conviene desarrollar en los hijos.

¿Cómo se forma?

Las personas más cercanas al hijo (padres, familiares, profesores, amigos) son los que más influyen en la formación de la autoestima. Si los sentimientos y las expectativas hacia el niño son positivas, la autoestima aumentará; si son negativas disminuirá.

La autoestima se desarrolla a través del esfuerzo, del trabajo bien hecho, del autodominio, de la paciencia, de la fortaleza y del espíritu de servicio.Frecuentemente la preocupación por la autoestima —tal vez por el deseo de aumenta la competitividad de las personas— se ha convertido en algo “obsesivo”: “Hay que destacar, hay que triunfar en la vida a costa de lo que sea, hay que ser triunfadores”... Esta tendencia está llevando a desarrollar en muchos aspectos procedimientos inadecuados y artificiales que tienden a fracasar. Entre ellos están el alabar a los hijos por sistema, con independencia de su comportamiento, el no culpabilizarles de nada para que no sientan vergüenza, el no criticar lo que hacen o dicen para que no se enfaden, el rebajar los ideales para que no sufran desengaños y el evitar la exigencia al máximo.

El problema que esto genera aflora cuando esta persona se incorpora a la vida social y profesional, se sienten defraudados ya que no reciben las “alabanzas” —falsas alabanzas— a las que estén acostumbrados. Este impacto con la realidad de la vida les lleva a la soledad y a que estén excesivamente pendientes de sí mismos desentendiéndose de los demás. Estos procedimientos dificultan el desarrollo y la incorporación a la sociedad de una manera positiva.

La autoestima, al igual que la felicidad, no se puede buscar directamente, y menos todavía, por la vía del “engolamiento”. La autoestima ajustada es consecuencia de ponerse metas y de tratar de conseguirlas con ilusión, de realizar con cariño los pequeños deberes de cada día, de ser servicial con los demás, de ser buen compañero, buen hermano, buen amigo. Se trata de luchar cada día contra nuestros defectos.

La mejor autoestima es la merecida, la que se basa en logros reales que cada uno consigue con esfuerzo. Si los padres enseñan a sus hijos, desde la infancia, a esforzarse por ser mejores cada día y por lograr la excelencia en los estudios, en la vida familiar y en la amistad; la autoestima vendrá sola. Cuando un niño o un adolescente obtiene con esfuerzo personal el resultado que buscaba, se encuentra feliz. Esto es justamente lo contrario de lo que sucede con los hijos sobreprotegidos.

Se puede concluir que la autoestima se desarrolla a través del esfuerzo, del trabajo bien hecho, del autodominio, de la paciencia, de la fortaleza y del espíritu de servicio.

Ventajas de una adecuada autoestima

Una adecuada autoestima influye positivamente en los hijos en lo siguiente:

  • Facilita el esfuerzo por aprender, ya que aumenta la confianza en sí mismo y la capacidad de esfuerzo.
  • Ayuda a superar los obstáculos que se plantean en la vida.
  • Fundamenta la responsabilidad por estar muy unida a la autovalía.
  • Favorece la creatividad. La persona con un nivel adecuado de autoestima explora nuevas posibilidades y se arriesga con respuestas creativas y originales.
  • Posibilita la relación social y despoja a la persona de los sentimientos de superioridad y de inferioridad.
  • Desarrolla la autonomía. El niño es capaz de tomar decisiones y se enfrenta a metas de manera independiente.
  • Afianza la personalidad. El hijo se siente seguro de sus posibilidades como ser independiente (confiado, aceptado) y como ser social (confía, valora y acepta a los demás).

Autoestima y comportamiento

Gran parte de las motivaciones del comportamiento de los hijos están relacionadas con su autoestima. El niño o la niña actúan para obtener una mayor satisfacción consigo mismos. Buscan las alabanzas y disfrutan realizando actividades que les gustan y que saben hacer bien. El niño actúa para confirmar la idea que los demás tienen y él tiene de sí mismo. Tanto para bien como para mal, el niño que piensa que es bueno, tenderá a comportarse bien, mientras que si piensa que es malo buscará —inconscientemente— la reprimenda y el castigo.

La autoestima de los hijos se potencia siendo positivos y animantes con ellos, evitando la descalificación de la persona y facilitando que se conozcan, se acepten y procuren fijarse metas para mejorar.Esto mismo se puede aplicar a los estudios. El hijo o la hija tenderán a confirmar las expectativas personales y las que tienen sus padres acerca de él o de ella. Si piensa que es capaz de aprobar y si sus padres también lo manifiestan, hará los esfuerzos oportunos para conseguir esa meta y viceversa. De ahí que sea muy importante infundir ánimo en los hijos y decirles que son personas capaces. La autoestima influye en el hijo en cómo se siente, en cómo piensa, en cómo se comporta y en cómo se relaciona con los demás.

 Autoestima y adolescencia

En la adolescencia aumenta la necesidad de la autoestima. En esta etapa, la persona necesita más que nunca forjar su identidad, saberse distinto de los demás, conocer sus posibilidades y su talento, sentirse valioso. Los adolescentes con una adecuada autoestima aprenden más eficazmente, desarrollan relaciones más armónicas, aprovechan mejor las oportunidades que se les presentan para trabajar productivamente, asumen más responsabilidades, toleran bien los fracasos, se sienten capaces de ayudar e influir en otros.

Gloria Marsellach Umbert afirma que la autoestima puede desarrollarse convenientemente cuando los adolescentes experimentan cuatro aspectos o condiciones bien definidas:

  •  Vinculación: resultado que obtiene el adolescente al establecer vínculos que son importantes para él y que los demás también reconocen como importantes.
  • Singularidad: resultado del conocimiento y respeto que el adolescente siente por aquellas cualidades o atributos que le hacen especial o diferente, apoyado por el respeto y la aprobación que recibe de los demás en esas cualidades.
  • Poder: consecuencia de la disponibilidad de medios, de oportunidades y de capacidad en el adolescente para modificar las circunstancias de su vida de manera significativa.
  • Modelos: pautas de referencia que dotan al adolescente de los ejemplos adecuados, humanos, filosóficos —añado religiosos— y prácticos, que le sirven para establecer su escala de valores, sus objetivos, ideales y modelos propios.

Para concluir, la autoestima de los hijos se potencia siendo positivos y animantes con ellos, evitando la descalificación de la persona y facilitando que se conozcan, se acepten y procuren fijarse metas para mejorar.

José Luis Díez Pascual
Profesor de Psicología y Pedagogía
Orientador Escolar
Para Interpadres

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