Familia
Vida en familia

Observatorio de la Maternidad

El cuidado de los hijos

“Sos la mujer, te toca quedarte en casa y ocuparte de los chicos.” Seguramente ésta era, hasta hace unos años, una de las ideas más generalizadas en nuestro país. Sin embargo, las cosas parecen estar cambiando, por lo menos internacionalmente. Los organismos internacionales ya hablan de una responsabilidad compartida.

La creciente preocupación por el trabajo de cuidado de los hijos está asociada principalmente a la incorporación y permanencia de las mujeres en el mercado laboral; situación que produjo el problema de la doble jornada de las mujeres y las dificultades subsiguientes para su inserción y desarrollo.

Fueron las feministas las que, en los años 70, al debatir y reclamar sobre la carga que significaba para las mujeres la labor doméstica obtuvieron repercusión en los organismos internacionales. A partir de entonces, la promoción para valorizar y hacer visible el trabajo de cuidado se ha convertido, sobre todo en los últimos años, en un objetivo prioritario en la agenda internacional. 

El hecho de que el tema ya sea considerado por los organismos internacionales, es un gran avance.  Las acciones para promover la visibilidad del trabajo de cuidado por parte de los organismos internacionales y los países más desarrollados y poner el tema en sus agendas , implicó un cambio en el concepto de cuidado.

De hecho, se dejó de considerar el trabajo de cuidado como exclusiva obligación de la familia y en particular de la mujer para estimarlo como una responsabilidad compartida entre la familia, el Estado, el mercado y la sociedad;  de invisible y desvalorizado paso a ser considerado como algo valioso y digno. 

En la práctica, los cambios deben manifestarse tanto dentro como fuera del hogar. Dentro del hogar se debe llegar a una distribución equitativa de las labores domésticas y la participación de los varones. Estudios recientes sobre el rol de los hombres como padres plantean la necesidad de diseñar políticas y programas orientados a promover la colaboración activa de ellos en el cuidado de los hijos, y
destacan que el papel y la presencia del padre es altamente positiva: para los niños, para el ingreso familiar y para ayudar a las mujer a aliviar su carga de trabajo.

Por otro lado, en el sector público se debe comenzar a comprender el cuidado de los niños como una co- responsabilidad social, es decir, como una necesidad central de la sociedad.  

Las actividades de cuidado y de crianza, desarrolladas al interior del hogar,  constituyen un trabajo de valor porque todos necesitamos atención desde que nacemos  para nuestra alimentación, salud y desarrollo personal. Por ello, el cuidado demanda tiempo y conocimientos. Su ejercicio implica un aspecto relacional, ya sea en el ámbito de la familia o fuera de ella. En el medio familiar su carácter, a la vez obligatorio y desinteresado, le otorga una dimensión moral y emocional adicional. Puertas afuera, el trabajo de cuidado está caracterizado por la relación de servicio y asistencia.

A pesar de que las actividades de cuidado son consideradas como un aspecto central y vital para la sobrevivencia y el desarrollo de las personas, éstas no han sido reconocidas y valoradas como un trabajo. En este sentido, Knibiehler* destaca que a lo largo de la historia estas ocupaciones domésticas nunca fueron consideradas como un “trabajo”, ya que estas tareas no son organizables,
racionalizables ni mecanizables. De alguna manera, esa falta de reconocimiento y valoración implicó que las altas exigencias para las mujeres en el mercado laboral no se compensaran con un mayor compromiso de los hombres ni de la sociedad – Estado, empresas privadas, entre otros- hacia el interior del hogar.

¿Qué es entonces lo que se discute en los organismos internacionales?

En principio, se está buscando que los Estados se encarguen de proveer servicios que faciliten a las trabajadoras y trabajadores con responsabilidades familiares dedicarse a su empleo. Por ejemplo, los servicios de guarderías o jardines para niños. También se analiza mejorar las políticas fiscales y mejorar las posibilidades de inserción laboral de padres y madres dándoles privilegios para que puedan cumplir con sus compromisos familiares.



* Knibiehler, Yvonne (2001). “Historia de las madres y de la maternidad en Occidente”. Editorial Nueva Visión, Buenos Aires.

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