Familia
Ser Mujer

Niños:

La mascota, el otro amigo fiel

La mascota, el otro amigo fiel

Una mascota ayuda a formar en el respeto por los demás, a la vez que nos hace más humanos. O no. Todo depende de que los adultos facilitemos un marco para esa relación entre los niños y su amigo fiel. La revista Hacer Familia nos habla sobre el tema.

La mascota, el otro amigo fiel

Una tarde, Benjamín, que había estado aprendiendo en el Jardín sobre el cuidado de los animales, le preguntó a su mamá:

 ¡¿Podemos tener un perro?!

 

  • Benja, vos sabés que en casa no hay lugar y que a un perro hay que sacarlo a pasear; yo no tengo tiempo para ocuparme. Está bien, un animal más chico. Pedrito tiene un hámster y casi no ocupa lugar, tampoco hay que sacarlo a pasear. Se cuida solo.

               “¡Un ratón!”, pensó la madre.

  • No, Benja, los hámsters son sucios, muerden, te pueden contagiar alguna enfermedad y te vas a aburrir de mirarlo.

  • ¿Un pajarito? Son lindos, no hay que pasearlos y, además, cantan. O un pececito, lo puedo poner en mi cuarto y todo, por favor…

La mamá no se animó a seguir desilusionando a su pequeño hijo y contestó:

  • Lo voy a pensar, cuando llegue papá le preguntamos qué le parece. Con esa promesa tranquilizó por un rato a este nuevo amante de los animales.

¿Por qué quieren una?

A casi todos los niños, en algún momento, les surge la idea de tener un animal. Sueñan con volver del colegio y tener un strong>amiguito especial que esté esperándolos para jugar, que salte de alegría cuando lleguen, que quiera correr por el jardín, que se les acerque para ser acariciado o que, simplemente, los mire con atención desde su jaula y les muestre sus piruetas.

Una mascota es un aliado, alguien que los acompaña en sus travesuras, que los espera, que los quiere y los necesita. Siempre y sin condiciones.

Cómo elegirla

Hay algunos animales recomendables para una casa de chicos, y hay otros que no lo son. Para el niño, su mascota será una mezcla de juguete y de amigo, por lo tanto, lo molestará, lo peleará, lo dejará por algo que le interese más en determinado momento, le prestará y dejará de prestarle sus juguetes. Habrá que pensar en un animal que pueda tolerar tanto el cariño como la energía y la inquietud de un niño.

Cuando los niños todavía son pequeños, serán sólo parcialmente responsables de su mascota. Podrán alimentarla, brindarle su afecto, aprender a respetarla y a quererla. Sin embargo, van a necesitar la ayuda de sus padres para cuidarla realmente bien. Por eso, antes de decir que sí, pensemos qué tipo de cuidados estaremos dispuestos o capacitados para dar a este animal.

¿Qué espacio disponemos para la mascota?, ¿la sacaremos a pasear?, ¿quién se ocupará de comprarle comida?, ¿qué sucederá durante las vacaciones?, ¿quiénes entrarán en contacto con ella? Conversemos estas cuestiones en familia y, a la par, informémonos a fondo de las características de la mascota y de todos los cuidados básicos que pueda requerir. Consultar al veterinario, o a alguien que tenga el mismo animal, nos será de gran ayuda.

Cada especie tiene una esperanza de vida distinta, esto también nos será útil al proyectar el tiempo en que estará entre nosotros y cómo será el desarrollo de nuestra familia durante ese período. También sabremos si tendremos que afrontar en breve el tema de la muerte con los chiquitos, o podremos acompañar el envejecimiento del animal a medida que la familia vaya creciendo.

Por qué decir que sí

Muchos de los dolores de cabeza que esta mascota pueda generarnos son justificados al ver los beneficios que tiene en algunas facetas del crecimiento de nuestro pequeño.

Las mascotas colaboran en el desarrollo de la capacidad afectiva y de comunicación en los niños. Muchas veces, nos sorprendemos viendo cómo ellos comparten secretos, tristezas y, también, alegrías con su animal. En esta convivencia, adquieren seguridades, aprenden a relacionarse con otros, a aceptar diferencias, a amar la vida y la Creación. También podrán intuir, viendo el crecimiento de su mascota, sus propias etapas de desarrollo. Aprenderán a hacerse responsables por otro y podrán valorar a las personas que los cuidan a ellos a través del cariño con el que ellos cuidan a su mascota.

Bien encarada, esta convivencia crea sentido de responsabilidad y promueve la comunicación entre padres e hijos. La inocencia de un niño, su empatía con ese animal, adquiere una dimensión humana que muchas veces nos llena de humanidad a los más grandes. Y sirve como ejemplo, además, para mostrarles que, si por un animal son capaces de tanto cuidado, cuánto respeto y valor nos corresponde expresar por el resto de las personas.

Fuente: Revista Hacer Familia

más temas sobre
compartir
cargando

cargando comentarios