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¿La vida es sueño?

¿La vida es sueño?

En la vida del bebé, uno de los primeros aprendizajes que realiza la mamá es el de la rutina del sueño. A veces, no es sencillo establecerla. Qué hay que tener en cuenta para un buen descanso. Las distintas tendencias sobre el tema. Posturas recomendadas.

¿La vida es sueño?

Noches en vela, salidas en auto sólo para que el bebé se duerma, cólicos interminables acompañados de llanto: todo esto comienza a formar parte de la vida de los recientes papás, no bien el bebé deja la panza de la mamá. Por eso, si a un padre o madre primerizos se le pregunta por su experiencia en sus primeros días en su nuevo papel, contará acerca de las dificultades para dormir. El descanso de los padres y del bebé es una de las principales preocupaciones de los primeros meses, junto a la de si el bebé se alimenta bien.

Al principio, los bebés duermen mucho y se despiertan cada dos o tres horas para alimentarse. Por eso, el sueño está ligado con sus necesidades alimenticias: cuando tienen hambre se despiertan y luego fácilmente logran quedarse dormidos -salvo, por supuesto, que tengan cólicos-. Según Javier Tain, médico pediatra, no se puede hablar de “aprendizaje” del sueño. “El bebé ya sabe dormir y el hecho de que duerma muchas horas durante el día y permanezca despierto por la noche no es un trastorno médico, sino un trastorno social”, explica.

Un bebé de entre uno y tres meses de edad debería dormir entre 10 y 20 horas diarias. “Cuando, en la consulta, los padres dicen que el bebé no duerme, en realidad, lo que comúnmente quieren decir es que no duerme de noche, aunque sí lo hace durante el día”, dice Tain. Así, el problema pasa a ser cómo lograr que el bebé duerma de noche. El remedio es poner en práctica distintas estrategias para que el bebé modifique su patrón de sueño y lo haga más parecido a los horarios de los adultos. Una de ellas es recurrir a uno de los primeros estímulos que reconoce el lactante, que es la diferencia entre la luz y la oscuridad. Durante el día, debe haber estímulos gratificantes para el bebé, ruidos y juegos; a la noche, luces tenues, menos ruidos y pocos mimos. “Si se le da el pecho durante la noche, enseguida hay que volver a ponerlo en la cuna; al contrario, por la mañana, apenas despierte hay que ponerlo en el pecho y jugar con el”, explica el pediatra. Con el tiempo, el bebé asociará la luz con el juego y la actividad y la oscuridad, con el descanso.

El hecho de que el bebé duerma en la misma habitación que los padres también puede influir en la tranquilidad del sueño nocturno. Las primerizas pueden favorecer que los bebés se despierten más de noche, porque están muy atentas y ante cualquier movimiento o gemido del bebé, lo levantan de la cuna o del moisés. Y si el bebé no estaba despierto, pueden acabar por despertarlo.

También hay otras pautas que pueden ser tenidas en cuenta cuando del sueño del bebé se trata:

  • Parece obvio, pero es bueno recordar que el lugar de dormir debe resultarle al bebé cómodo y tibio y la temperatura ambiente debe ser agradable y constante.
  • El bebé concilia mejor el sueño y duerme más cuando ha comido satisfactoriamente. Si duerme muy poquito –lapsos de menos de 3 horas- es probable que no obtenga suficiente comida en los períodos en los que come.
  • Si se duerme mientras está alimentándose, habrá que intentar despertarlo, si se considera que no obtuvo suficiente alimento. Si comió poco, se despertará antes porque sentirá hambre y tampoco dormirá lo suficiente. Estará de mal humor porque se despertará con hambre y todavía tendrá sueño. Si no se despierta mientras come a pesar de los esfuerzos de la mamá, puede ser que realmente prefiera dormir antes que comer.
  • Es preferible acostarlo mientras esté todavía despierto –tal vez, medio dormido- y tranquilo. Si está muy excitado no logrará dormirse por sí solo. Acunarlo o acariciarlo puede ayudar, pero no es recomendable hacerlo hasta que se duerma completamente.
  • Si la mamá va a reincorporarse pronto al trabajo, es preferible que ayude a su hijo a establecer ciertas rutinas, ya que eso redundará en un mejor cuidado del bebé cuando ella no esté: la persona a cargo sabe a qué reglas atenerse y el hijo también tendrá la seguridad de que obtendrá el descanso y la comida con la regularidad que necesita.
  • Si la tarea de dormirlo es muy trabajosa, conviene procurar ayuda, por ejemplo, del papá. Lo importante es que la rutina sea similar.
  • Si duerme en la misma habitación que los padres, no hay que alzar al bebé más que cuando llore seguido. Por lo general, cuando los bebés duermen hacen toda clase de ruidos, murmullos y gemidos. Si es así, conviene no levantarlo enseguida de la cuna, sino más bien observarlo.
  • Los pediatras no recomiendan dejar llorar a un bebé para que adquiera pautas sociales de sueño. Sobre todo durante el primer mes de vida, los bebés necesitan saber que cuando lloran, la mamá estará allí para atenderlos. Más adelante, sí: se puede introducir una disciplina un poco más rígida para que respeten determinados horarios.
  • Ejercitar una rutina corta para antes de irse a dormir puede ser muy efectivo hasta para los bebés más chiquitos: baño, comida (pecho o mamadera) y una canción antes de irse a la cuna.
  • Si el bebé no ha dormido bien durante el día, llegará a la noche extenuado y no podrá conciliar un sueño tranquilo (“se pasará de revoluciones”). Es importante mantener el contraste entre las siestas diurnas y el reposo nocturno. Por ejemplo, haciéndole dormir su siesta en el cochecito, en vez de en su cuna; o con algo de claridad, en vez de oscurecer completamente su habitación. Así podrá distinguir perfectamente el descanso nocturno del diurno.
  • Si hay que darle pecho o mamadera durante la noche, no hay que evitarlo, pero ni bien termine, hacer que haga su “provechito” y que vuelva a la cuna.
  • Es preferible no cambiar el pañal por la noche, a menos que el bebé se haya hecho caca o se haya mojado la ropa. De lo contrario, se despertará.
  • Si la intención es alargar el lapso que el bebé duerme durante la noche, “estirando” el tiempo entre la última lactada de la noche y la primera del día, es preferible que cuando el bebé se despierta durante la noche lo alce el papá y lo intente dormir nuevamente. Si el bebé siente el olor de la mamá, probablemente quiera tomar el pecho y no volverá a dormirse hasta que lo logre.

Hay bebés que regularizan sus horarios de comida y sueño alrededor del primer mes y ya duermen toda la noche. Pero hay otros que no lo hacen tan pronto. Lo cierto es que ya hacia el tercer mes, casi todos logran dormir toda la noche y tienen horarios bien establecidos.

En este punto es importante considerar que el recién nacido, a pesar de depender absolutamente de su madre para sus necesidades básicas, es una persona con su propio temperamento que habrá que respetar. Hay algunos bebés que son muy regulares desde el principio y hay otros que no lo son y la mamá no debe sentirse frustrada por esto.

Hasta qué punto estructurar la vida de su hijo debe depender de los patrones naturales de éste en lo relativo a comida y sueño, de su personalidad innata (si parece necesitar más estructura o menos y de las necesidades del resto de la familia”, es lo que explican Eisenberg, Murkoff y Hathaway en su libro “El primer año del bebé”.

Hay mamás que no son capaces de dejar llorar a sus bebés y no se aconseja hacerlo en los primeros meses, cuando todavía mamá y bebé no se conocen bien. El bebé tiene que desarrollar la confianza básica: es decir, la confianza en que la mamá atenderá sus necesidades de descanso y comida en el momento oportuno. Cuando ésta está instaurada, no se alienta el círculo vicioso del llanto y se ha comprobado que los chicos lloran menos.

Paola Pascal, madre de mellizos, leyó el libro “Duérmete niño” y a los tres meses comenzó a implementar las técnicas para dormir a los bebés. “Estábamos desesperados: quería solucionar el tema de dormir a la noche”, dice la mamá de Agustina y Matías, que hoy tienen 16 meses. Hasta entonces, los papás de estos mellizos se pasaban la noche tratando de dormirlos. “Nos encontrábamos con Javier –el papá- en el living, a la madrugada, cada uno tratando de dormir a un bebé”, cuenta. 

Entonces hizo así: a la noche, luego del baño y la comida, los llevaba a la cuna con luz muy tenue, les contaba el cuento que mamá y papá tienen que descansar y se iba. Los bebés protestaron un poco durante dos o tres días; entonces, los papás iban, les hablaban y otra vez se despedían. “Ahora, por lo general, se duermen solos; si bien algunos días se quejan un poco más. Pero pasearlos para dormir es algo muy esporádico: cuando están muy molestos, enfermos o muy excitados y les cuesta dormirse”. En cambio, a la siesta, como les cuesta más conciliar el sueño, los pasea en el cochecito.

Cuando crecen

Entre los 8 y los 9 meses, el problema es distinto”, explica Tain. “En este caso, los problemas para dormir surgen por el exceso de estímulos a los que están expuestos los chicos”, agrega.

Es que a medida que permanecen más tiempo despiertos, los bebés están atraídos por un mundo lleno de estímulos y conciliar el sueño comienza a ser una tarea, a veces, muy pesada para los padres. Por eso, hay que tener en cuenta que muchos bebés “aprenden” a dormir solos en los primeros meses, pero esto no es garantía de que lo sigan haciendo de la misma manera en el futuro. Mientras a una criatura de tres meses se la puede dejar semi dormida en la cuna y probablemente concilie por sí sola el sueño profundo, no sucederá lo mismo con un bebé de seis o nueve meses -que tiene mayor conciencia de que está solo en la cuna o que tal vez ya encuentre otros estímulos para mantenerse despierto-.

Dormir bien es una señal de que nuestro bebé va adquiriendo mayor independencia y aun cuando nos mostremos satisfechos de los avances conseguidos por nuestro bebé, resulta natural que experimentemos sentimientos de tristeza a medida que va dejando distintas etapas de su desarrollo tras de sí”, dicen Beatrice Hollyer y Lucy Smith en “Duerme bebé... y deja descansar a tus padres”. Esta tensión que sienten los padres entre alentar la independencia de su bebé o prolongar su dependencia, muchas veces crea conflictos (en ocasiones, entre los propios padres, uno de los cuales quiere lograr que el bebé se duerma solo y el otro, no).

El hecho es que la dependencia del bebé hacia el adulto para lograr dormirse puede derivar en trastornos de sueño. Por ejemplo, que un chico más grande requiera siempre la presencia de la madre para dormirse es una situación no compatible con la vida familiar más rutinaria. Sin embargo, el hecho de que se diagnostique una alteración del sueño tiene más que ver con el estilo de vida de la familia que con un criterio estrictamente médico. “A veces, hay bebés de 10 meses que se despiertan varias veces en la noche y sus padres lo asumen como un hecho natural, no lo reportan en la consulta como un problema”, dice Tain. Por eso, la alteración del sueño se identifica a partir de un reclamo de la familia.

Nunca dejé llorar a los chicos para dormirse, siempre los acompañé yo”, cuenta Lisa Schiavoni, mamá de Agustín y de Gabriel. El hecho es que el menor de los dos, Gabriel, era un bebé muy inquieto, que requería la presencia de la mamá para calmarlo y ayudarlo a dormirse. Tanto es así, que aún reclama a su mamá para dormirse y si se despierta por la noche, pide por ella.

Cuando comienza a manifestarse un trastorno del sueño y se mantiene en el tiempo, luego se transforma en rutina y, por último, en hábito. Esto es muy difícil de cambiar porque pasa a formar parte del estilo de vida”, explica el pediatra.

Como en otros temas de la crianza, lo que debe importar a los papás es ayudar y acompañar a su hijo con cariño y dedicación. Es bueno ser conscientes de que todo es parte de la evolución y que generalmente es pasajero. Por eso, a lo largo de las distintas etapas que irá atravesando el bebé, la mamá irá descubriendo que el hecho de que logre dormir por sí solo es todo un desafío que requiere mucha paciencia y sentido común.

Nota supervisada por el Equipo Médico de Mamashelp

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