Embarazo
Primer Trimestre

¡Vamos a tener un hijo!

¡Vamos a tener un hijo!

Una de las noticias más emocionantes que puede recibir una persona, se hace realidad. Llega una nueva vida a la familia, y con ella, comienza un proceso cargado de amor.  

¡Vamos a tener un hijo!

Aunque todavía sea muy pronto para confirmar el embarazo mediante una ecografía, la futura mamá puede sospechar que ha concebido. La rápida producción de hormonas que se desarrolla desde el inicio del embarazo origina cambios físicos que se van haciendo cada vez más notorios a medida que transcurren los días. Gran cansancio y mucho sueño -esto se debe al alto nivel de progesterona, que tiene un efecto sedante-, necesidad frecuente de orinar, presencia de náuseas o mareos matinales y dolor en los pechos, además de cierta inquietud general, pueden ser los primeros avisos que tenga sobre su estado.

Ante la ausencia de menstruación por parte de la mujer y una vez realizado el test de embarazo -cuyo resultado positivo indica la presencia de gonadotrofina coriónica humana (GCH) secretada por el bebé-, el matrimonio confirma la noticia del embarazo.

¿Qué sucede entonces? Las reacciones de ambos miembros pueden ser variadas e ir desde la sorpresa, reserva e incluso desagrado, a la gran excitación, ansiedad y alegría.

Pero más allá de la reacción inicial, el embarazo es una realidad que en sus nueve meses de desarrollo permitirá al matrimonio y a toda la familia reacomodarse y prepararse para recibir al bebé con alegría.

Durante el embarazo, muchas de las molestias físicas que siente la embarazada pueden responder a realidades psicológicas en su intento de adaptarse a su nuevo estado. “El embarazo acentúa los rasgos típicos de la personalidad individual”, explica el obstetra José Latino, en su artículo “Adaptación materna al embarazo”. Este estado provoca cambios en la vida emocional de la mujer y por otro lado, la psiquis femenina también origina síntomas propios en su embarazo. Así, por ejemplo, según el mismo médico, el incremento del sueño, le permite a la embarazada retraerse del medio, recuperar energías y estar a solas para adaptarse a los cambios; el apetito voraz puede indicar exceso de ansiedad originado frente al deseo infantil concretado, el de ser madre. Por otro lado, los vómitos, que en algunos casos indican miedo al parto o a alguna malformación del bebé, pueden indicar a veces rechazo por el hijo, y esto se explicaría en la fantasía infantil de que todo lo que está en la panza llega por la boca y de ahí la intención de expulsarlo por el mismo medio. Por supuesto, lo ideal es que la mamá no se sienta culpable frente a sus emociones -sean de origen consciente o inconsciente- y se tome el tiempo necesario para adaptar la noticia del embarazo a su vida cotidiana, con toda la alegría y emoción propias del caso.

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